
(Foto de la red)
Aquí, entre mi cabeza y mi ombligo,
habita la tristeza de la nada,
amarga y enquistada en el silencio.
Extrañamente tiene sus raíces
aferradas a mí desde hace años
pero supo pasar inadvertida.
Fue por casualidad aquel encuentro
en el que las palabras no fluían
y el calor del amor estaba ausente.
Después ya nunca más pude evitarlo:
obsesa compulsión de recrearme
mirando mi vacío en el espejo.
No hubo prenda eficaz que fuera abrigo
del frío de la lluvia con cristales
entrándome por todas las rendijas.
Inquieta e incapaz de dar sentido
al collar de las horas en mi vida,
me acurruqué en el sueño de quererte.
Y a veces sigo ciega y aún lo niego:
creo que fue mentira ese momento
en el que aquella bala me hizo daño.
habita la tristeza de la nada,
amarga y enquistada en el silencio.
Extrañamente tiene sus raíces
aferradas a mí desde hace años
pero supo pasar inadvertida.
Fue por casualidad aquel encuentro
en el que las palabras no fluían
y el calor del amor estaba ausente.
Después ya nunca más pude evitarlo:
obsesa compulsión de recrearme
mirando mi vacío en el espejo.
No hubo prenda eficaz que fuera abrigo
del frío de la lluvia con cristales
entrándome por todas las rendijas.
Inquieta e incapaz de dar sentido
al collar de las horas en mi vida,
me acurruqué en el sueño de quererte.
Y a veces sigo ciega y aún lo niego:
creo que fue mentira ese momento
en el que aquella bala me hizo daño.