(Imagen de la red)
No consigo sacudirme la tristeza:
aun sabiendo que no es amiga mía,
se me aferra con los dientes a la carne.
Me concentro en esos mil y un motivos
que me ofrece cada día la mañana
para ver el Sol brillando y no las nubes,
pero llega el huracán y lleva arena
que se mete entre mis ojos y los párpados
y los hiere con siniestra habilidad.
No consigo sacudirme la tristeza
que se pega como un chicle en mis zapatos
y me impide caminar sin un tropiezo.