al igual que no elegí a mi familia,
ni mi rostro, ni mis ojos,
ni la forma de mis manos...
Yo no elegí sentir y ver la cara
-oculta para otros- de las cosas.
Hubo un tiempo en que intenté
silenciar - qué ingenua- mi poesía
y me arañaba el estómago testaruda,
y me erizaba imparable la piel,
y me zumbaba insistente el oído...
Se hacía a menudo la encontradiza
en cada frágil instante de pausa
pese a que yo ciegamente la evitaba.
Hubo un tiempo también en que pensé
que me había equivocado:
que yo no era poeta y que sólo
jugaba por jugar con las palabras
en el gozoso y mágico convite
que nace del amor por la lectura...
Pero ahora ya no dudo:
Sé que me es imprescindible.
Se me ha metido en la sangre
y no quiero desprenderme
de esa voz que llevo dentro
y me dialoga encendida,
la que nunca calla, nunca,
la que nace impertinente
en momento inoportuno
-volcán, hierba, río o lágrima-,
para vestirse en palabras.
Yo no elegí ser poeta:
la poesía ... me llama.
( Poemario: " Pasaporte a mí misma")
( Poemario: " Pasaporte a mí misma")